Me sorprende la facilidad y lo rápido que se emplea la palabra Espiritualidad, o abrir el corazón al amor en cuanto empezamos cualquier práctica de yoga, meditación o cualquier práctica de las tradiciones espirituales. El bypass espiritual, un término acuñado por el psicólogo budista norteamericano Jhon Welwood, hace referencia a la manera en que la gente utiliza las ideas y prácticas espirituales para evitar o trascender prematuramente heridas psicológicas, estructuras egoicas débiles o baja autoestima.

Que fácil para el mecanismo egoico utilizar el yoga y otras prácticas espirituales para tapar aspectos heridos, confusos y dañados de nuestra psique, en vez de trabajar con ellos.

Hay que tener en cuenta que cualquier enseñanza de la filosofía yoguica se hace desde una perspectiva global, es decir que su práctica alivia a nivel global mientras estés en una clase de yoga. He observado en muchísimas ocasiones como la gente entra en estas prácticas atraída por un camino que promete una mejora total y un bienestar, una magia como escape a su sufrimiento. Claro, la práctica de las posturas y la respiración nos aportan un rápido subidón orgánico, y cuanto más se practica, mejor uno se encuentra. Pero la pregunta sería: ¿qué hacemos cuando después de unas horas ese subidón empieza a bajar?

Se sabe que el yoga tiene un gran potencial y se nota mucho cuando su práctica es simplemente una mera muleta o un impedimento para el verdadero desarrollo. 

Desde luego, desde mi experiencia, mi práctica continuada y comprometida de yoga no se tradujo necesariamente en una mayor felicidad en mi vida, ni en una transformación de momentos difíciles en las relaciones, ni en visibilizar mis puntos ciegos o en mantener la ansiedad controlada, ya que la mayoría de todos esos desafíos pertenece a la esfera de la psique.

Desde mi punto de vista, un buen profesor de yoga que quiera abordar una práctica espiritual, implica una valoración cuidadosa de cómo estas prácticas puedan operar a su desarrollo personal.